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jueves, abril 15, 2021

Memento Mori: Vanitas

The Danaides, C.1903 John Waterhouse (1849-1917) 

En la mitología griega, las Danaides, las 50 hijas de Dánao, hermano de Egipto, fueron condenadas en el Hades a verter eternamente agua dentro de una vasija agujereada, una empresa por siempre fútil. 

Mientras veía las terribles imágenes del incendio de la catedral de Notre-Dame en París, hace ya más de un año, no pude dejar de preguntarme si había algo en este mundo que verdaderamente fuera inamovible, perenne, intocable.

Al observar aquel icono de la ciudad de París destruirse en tiempo real, justo hace dos años ya, un monumento que data del siglo XI y que sobrevivió innumerables eventos de la historia, incluyendo la revolución francesa, el sitio y posterior ocupación de París por las tropas del Reino de Prusia, y más recientemente dos horrendas Guerras Mundiales en el siglo pasado, incluyendo la ocupación de las tropas Nazis de la capital - un monumento que uno creía que siempre estaría ahí -, el sentimiento era de tristeza, primero, al ver destruirse a esa vieja amiga, pero también de soledad: vimos cómo la historia se desarrollaba frente a nuestros ojos y nuestra propia insignificancia se revelaba. Y hoy, en paradójica similitud, estamos inmersos en una crisis de salud que no parece tener fin cercano. Nada es seguro, nada es sagrado, lo podemos perder todo en unos segundos - In ictu oculi -, y aún así existen personas que se empecinan en vivir una vida superficial, muchas veces inútil, y con su superficialidad también revelando su irresponsabilidad, poniéndonos en riesgo a todos los demás al no seguir las más lógicas y razonables recomendaciones de seguridad de no salir a la calle si no es absolutamente necesario y de utilizar un cubre bocas que evite una mayor propagación del espantoso Covid-19. Somos la sociedad más avanzada de la historia, ¿no es así?


Este sentimiento de zozobra, de futilidad de la existencia, sin embargo, no es nuevo. A nuestra generación (a la mayor parte de la humanidad pretendo decir, no quiero pecar de fatuo ni de insensible), no nos había tocado hasta ahora la mala suerte de vernos inmersos en acontecimientos mundiales que nos afectaran a todos en general, pero sin duda todos tenemos nuestra parte de sufrimiento al vernos ante sucesos que nos chocan emocionalmente en nuestra vida diaria, y ni qué decir de todas aquellas personas que lamentablemente han perdido a  alguna persona cercana o muy querida.

Tal era el sentimiento de vacuidad, de inutilidad de vivir, que los hombres de los siglos posteriores al Renacimiento sentían, a juzgar por el arte que ha llegado hasta nuestros días.

Vanitas Still Life, ca. 1650; Hendrick Adriessen (1607-1655)
Si durante el siglo XVI  el sentimiento era de apertura ante lo que la vida y el pasado podía ofrecer en el desarrollo personal, la expansión de la ciencia y del conocimiento, de extroversión, este pronto se vería reemplazado por sentimientos de inseguridad y miedo ante las crisis que se desarrollaron en esa época posterior, ante el derrumbe de su concepción del mundo.  A este periodo de inestabilidad y de conflicto general que caracterizaría a Europa primero y al mundo entero después (la Guerra de los Treinta Años, la caída del Imperio Español, la inflación rampante causada por la explotación y posterior exportación de los recursos del Nuevo Mundo a Europa y el terrible sufrimiento humano que esto causó) varios historiadores han nombrado como el periodo de la Crisis General, o el de Crisis del Siglo XVII.

"In Ictu Oculi" ('En un abrir y cerrar de ojos'), C.1670, Juan de Valdés Leal
Desde el punto de vista histórico pareciera que solo afectaría al continente europeo, pero debido a la influencia que este ejercía a nivel global, esta crisis llegó hasta los puntos más alejados de su geografía.  En el contexto cultural, ese sentimiento de zozobra se puede palpar en el genero pictórico de Vanitas, a  su vez una categoría particular del género del Bodegón, ambos géneros característicos del periodo histórico del Barroco, que afectó a todas las expresiones del arte. El término en latín Vanitas tienen aquí un significado dual: es tanto vanidad como vacuidad, al mismo tiempo tanto vano como inútil.

"El Sueño del Caballero" (o "Desengaño del Mundo"), C. 1650; Antonio de Pereda
Este genero sombrío y ciertamente moralizante muestra elementos altamente simbólicos que representan la fragilidad de la vida ante la muerte como certeza, es decir, la vacuidad de los objetos, los logros materiales y los logros personales cuando nos volcamos hacia ellos. Desde mi punto de vista es inútil vivir pensando en lo que no tenemos y queremos conseguir, cuando sabemos que en algún momento dejaremos de existir;  sencillamente no disfrutamos lo que tenemos, y cuando alcanzamos aquello que deseábamos, algo más viene a reemplazar ese deseo: el objeto, el logro, cambia; el deseo no. 

De lo único que podemos estar ciertos, sin embargo, lo único que realmente tenemos, es el ahora y lo que podemos tocar con nuestras manos y sentir en este momento. El pasado no existe, tampoco el futuro. Es aquí y ahora: al final la fama, la gloria y las riquezas terrenales de nada nos habrán servido.

"Naturaleza Muerta con Vanitas", C.1663. Pieter Boel.
En estas piezas pictóricas altamente alcanzadas se muestran elementos de riqueza, sabiduría, belleza o ciencia, alturas de una humanidad sujetas al tiempo y la muerte, y entre las influencias simbólicas podemos destacar tres: el pasaje bíblico de Eclesiastés Vanitas vanitatum omnia vanitas, el concepto de Memento Mori, y el de Tempus Fugit. Los tres conceptos, "vanidad de vanidades, todo es vanidad", "recuerda que vas a morir" y "el tiempo vuela", nos remiten a la idea de la relatividad de la existencia del hombre. 

"Soldado Muerto", C.1630, Escuela Napolitana 
Yo no, querido lector, lectora, he deseado agregar pesar a los eventos de nuestros tiempos, más bien he querido mostrar que los símbolos de antaño parecen ser los mismos de ahora; sin embargo hoy, a más de 300 años de distancia y cuando asistimos a catástrofes culturales e históricas como el incendio de la Catedral de Nuestra Señora de París, y de crisis sanitarias y muy probablemente económicas a nivel mundial, podemos usar estas imágenes como recordatorio de nuestra existencia temporal e intentar vivir una vida más plena aún cuando nada parece ser sagrado; sirva este recordatorio para tratar de vivir una vida menos superficial y más enfocada en lo realmente importante, sobre todo cuando hoy, en medio de una pandemia que nos afecta y nos afectará de formas insospechadas, vemos revelarse el verdadero carácter de  las  personas que nos  rodean, paradójicamente, en esta aldea global. 

F. Xavier
©

lunes, abril 15, 2019

Notre-Dame de París

"Notre-Dame de París", C.1909; Diego Rivera






































"Los grandes edificios como las grandes montañas son obra de los siglos. Con frecuencia el arte se transforma cuando están en plena construcción: opera interrupta pendiente, y continúan tranquilamente siguiendo las normas de la nueva moda. El nuevo arte toma el monumento como lo encuentra, se incrusta en él, lo asimila, lo desarrolla según su fantasía y lo termina si puede hacerlo; pero todo ello sin molestias, sin esfuerzos, sin reacciones, siguiendo una ley natural y tranquila; es como un injerto que se hace, una savia nueva que circula, una vegetación que renace. Es verdad que, en las sucesivas soldaduras de dos artes, en las diferentes plantas de un mismo edificio, existe materia suficiente para buen número de gruesos volúmenes e incluso para una historia natural de la humanidad. El hombre, el artista, el individuo desaparecen por completo ante esas grandes masas sin nombre de autor en las que la inteligencia humana toda queda resumida y simplificada; es como si el tiempo fuese el arquitecto y el pueblo el albañil."

- Victor Hugo, "El Jorobado de Nuestra Señora", 1831.