La vida diaria, querido lector, con sus múltiples preocupaciones, reales o impuestas a golpe de publicaciones de redes sociales, pareciera querer conspirar contra el fin último de todo ser sensato que habita y que ha habitado sobre este planeta: vivir una vida plena y en paz.
Y no solamente en el caso de nuestro continuo batallar en busca del pan de cada día, diría la tradición, sino que además la vida moderna, conectada a todo tipo de tecnologías como es, nos hace vivir mil vidas trágicas al hacernos sufrir diariamente con todo lo malo que le pasa al mundo desde la comodidad de nuestras pantallas, ya sea las del televisor o las de los dispositivos móviles. Y debo decirlo, nadie dice aquí que debemos vivir en una burbuja, alejados de todo sufrimiento de la realidad, al fin que el tener cierto conocimiento de los sucesos mundiales es una de las marcas de todo caballero que se precie de culto; pero, ¿qué necesidad tendría uno de saber que un niño chino ha sido atacado brutalmente en la calle por un psicópata, o que, al tratar de no atropellar a una cría de oveja, varias personas fueron arrolladas por un camión en una autopista de Noruega, o las fotos contrastantes de una pareja disfrutando de una velada y después espantosamente accidentados en un auto?
Sin embargo, horrorizado, he visto esto y más, sin quererlo claro está, al abrir la pantalla de mi teléfono móvil y ver el video que alguien ha decidido que todos debemos ver (sufrir) por medio de Facebook/Twitter/Instagram/WatsApp et al. A eso, mi estimado y único lector, me refiero cuando escribo que se debe tratar de vivir de una manera distinta, haciendo de la propia existencia una forma de arte, y no necesariamente vivir cómo una persona alejada de la realidad del mundo.
Hacer de la propia vida una forma de arte, una obra de arte, no se trata de cerrar los ojos y hundir la cabeza en la arena, como los avestruces, sino simplemente vivir bien, alejarse - por necesidad y supervivencia emocional - del continuo embate de una forma de realidad distorsionada por las redes sociales a un grado exasperante. Desconéctese, querido lector, un día de las redes sociales, y simplemente disfrute de la belleza de las pequeñas cosas diarias: un amanecer, una buena taza de café, una copa de vino excelente, una comida familiar, un concierto de música clásica, una platica sobre el sentido de la vida con sus hijos, un beso largo y sensual con su mujer... Vivir la vida como una obra de arte hoy día no es más que vivir con los ojos abiertos a la belleza de simplemente estar vivo.
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