miércoles, noviembre 13, 2024

Verdades ocultas: la realidad que se esconde en los mundos de ficción

Imagen de Xavier H. Castañeda en Instagram
Nada de lo que podamos crear o imaginar surge de forma espontánea, ex nihilo, del no ser… ninguna ficción existe sin un sustrato de verdad.

Para mi, esta idea es la esencia misma de la escritura de ficción. Cada historia, sin importar cuán fantástica o surrealista pueda ser, tiene sus raíces en la realidad. Ya sea el paisaje emocional de los personajes, las dinámicas sociales de su mundo, o temas universales como el amor, la pérdida y la redención, la ficción extrae de la riqueza de la experiencia humana. Este estrato subyacente de verdad otorga a la ficción su poder y resonancia, permitiendo que los lectores se conecten con la narrativa en un nivel más profundo.

Tomemos la ciencia ficción, por ejemplo. Aunque la tecnología y los escenarios puedan estar lejos de nuestra realidad actual, la exploración de la ambición humana, los dilemas éticos y las consecuencias de nuestras acciones siguen siendo profundamente relevante. Consideremos las obras de Philip K. Dick o Isaac Asimov. Sus mundos futuristas y tecnologías avanzadas sirven como escenario para explorar preguntas profundas sobre la identidad, la moralidad y la esencia de la humanidad. A pesar de los paisajes alienígenas y los escenarios especulativos, las preocupaciones y emociones básicas nos son íntimamente familiares, ancladas en nuestras propias experiencias y temores.

Incluso en el realismo mágico, donde lo cotidiano y lo extraordinario se mezclan, los elementos fantásticos resaltan y amplifican verdades sobre nuestro mundo. “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez utiliza el realismo mágico para explorar las dinámicas políticas, sociales y familiares de América Latina, ofreciendo conocimientos sobre la historia y cultura de la región a través de un lente ficticio. Los acontecimientos fantásticos en la novela, como la ascensión de Remedios la Bella o la lluvia de flores amarillas, sirven para subrayar las verdades emocionales y psicológicas de las vidas de los personajes.

Además, la ficción tiene el potencial de dar forma a nuestras percepciones de la realidad. Lo que imaginamos y escribimos puede convertirse en verdad en el panorama más amplio, incluso si no es real inicialmente. Al imaginar y contemplar estos escenarios, les damos una forma de realidad. Consideremos las obras de Julio Verne, cuyas historias en su momento fantásticas e imposibles de submarinos y viajes espaciales precedieron a los avances tecnológicos en esas áreas. Las representaciones ficticias de Verne de innovaciones tecnológicas inspiraron a científicos y exploradores reales, demostrando cómo la ficción puede allanar el camino para que surjan nuevas verdades. El mismo caso se da con las películas de Indiana Jones, que inspiraron a generaciones de niños a convertirse en verdaderos arqueólogos.

Otro ejemplo es “1984” de George Orwell, una novela distópica que, aunque no es una predicción del futuro, ofrece una inquietante exploración del totalitarismo y la vigilancia. Varios elementos del mundo ficticio de Orwell han encontrado paralelos inquietantes en la sociedad moderna, ilustrando cómo la ficción puede anticipar e influir en los desarrollos del mundo real. A través de la narrativa de Orwell, los lectores obtienen una comprensión más profunda de los peligros del poder sin restricciones y la importancia de salvaguardar las libertades democráticas.

La ficción también permite a los escritores explorar y expresar verdades sobre la condición humana de maneras que el simple relato factual a menudo no puede. Al tejer estas verdades en las historias, como escritores creamos obras que resuenan profundamente con los lectores, ofreciendo no solo un escape de la realidad, sino también un espejo que refleja las complejidades de sus propias vidas. Esta combinación de imaginación y verdad es lo que hace que la ficción no sea solo una forma de entretenimiento, sino un medio vital para comprender e interpretar el mundo que nos rodea.

Nueva novela, próximo lanzamiento
Cuando reflexionamos sobre estas verdades ficticias y nos involucramos con ellas, las hacemos reales, dándoles vida y relevancia en nuestras propias experiencias. Consideremos también el papel de la ficción en el desarrollo de la empatía. Leer sobre personajes de diferentes orígenes y experiencias puede ampliar nuestra comprensión y compasión hacia los demás. A través de historias, experimentamos vidas que nunca podríamos vivir nosotros mismos, ampliando nuestros horizontes emocionales e intelectuales.

Además, la ficción puede desafiar nuestras creencias e instarnos a ver el mundo desde nuevas perspectivas. “Matar a un ruiseñor” de Harper Lee aborda temas de racismo e injusticia, obligando a los lectores a confrontar verdades incómodas sobre la sociedad y ellos mismos. Al interactuar con tales narrativas, participamos en un diálogo que trasciende las páginas del libro, influenciando nuestros pensamientos y acciones en el mundo real.

En esencia, la ficción es una poderosa herramienta para explorar y comunicar verdades sobre nuestra existencia. La ficción une lo imaginado y lo real, permitiéndonos navegar las complejidades de la vida con mayor perspicacia y empatía. A través del lente de la ficción, podemos examinar la condición humana en todas sus facetas, desde lo mundano hasta lo extraordinario, y encontrar significado en las historias que creamos y compartimos. Esta es la perdurable fuerza de la ficción: no es solo un escape, sino un viaje al corazón de lo que significa ser humano.

Xavier H. Castañeda


viernes, septiembre 20, 2024

Perdidos en la mar: una historia de familia

Goleta en las ribera del río Grijalva, Villahermosa
Durante la tormenta temían que el barco se hundiera, y en un intento desesperado el capitán pidió a los pasajeros que buscaran entre sus pertenencias algún objeto de mala suerte...

El viaje, de inicio, ya auguraba que algo sucedería... A principios de agosto de 1916, mis bisabuelos regresaban de la Ciudad de México a San Juan Bautista (actual Villahermosa), donde habían permanecido visitando a familiares después de un viaje a Nueva Orleans, EEUU. Dicha estancia se había prolongado un poco más de lo planeado debido a una huelga general en la capital del país durante la cual se habían suspendido los servicios de transporte (coches, tranvías y carretas), electricidad y agua, además del cierre de tiendas de alimentos y panaderías. Esto había retrasado su partida hacia la costa este del país, ya que en aquella época el viaje al sur comenzaba en tren desde la capital hasta alcanzar el puerto de Veracruz y de ahí se tomaba una embarcación para llegar a puerto en las costas de Tabasco. El retraso de un día les hizo perder su barco asignado, por lo que decidieron tomar lugar en otro barco dos días después, la goleta de dos palos "Esperanza" perteneciente a una pareja de amigos, nave capitaneada por su dueño, quienes amablemente se ofrecieron a llevarlos si primero les acompañaban a la ciudad costera de Campeche, a lo cual accedieron. Viajaban con un cocinero y su esposa y un marinero segundo. Esto probaría ser una decisión fatídica para mis bisabuelos. 

Carta General de Ferrocarriles de la República Mexicana y Rutas Marítimas, 1933

Al partir del puerto de Veracruz todo parecía en calma, pero pronto el clima cambiaría. Durante 1916 la temporada de huracanes atlánticos fue particularmente activa y fue la única, junto con la temporada de huracanes del 2005, dónde se formaron dos huracanes mayores antes del mes de agosto, además de quince ciclones tropicales y otros ocho huracanes menores. Así, durante la noche del primer día de navegación se desató una ventisca y pronto el huracán desencadenó toda su furia, alcanzando una Categoría 4, con vientos de hasta 215 Km/h, un evento meteorológico que luego se conocería como el Gran Huracán de Texas de 1916

The Great Texas Hurricane of 1916
Al pasar de las horas de incesante tormenta la goleta comenzó a acusar daños por el intenso oleaje y los vientos huracanados y se ordenó que todo lo que no fuera necesario se lanzara por la borda para aligerar el peso de la nave. Así fue lanzado todo el equipaje de los viajeros, además de otros objetos del barco, pero aún así la embarcación corría el riesgo de zozobrar. En un intento desesperado, y echando mano de la superstición, el capitán pidió a los pasajeros que buscaran entre sus pertenencias algún objeto de mala suerte. Resultó que mi bisabuela portaba un anillo con una piedra de topacio, piedra considerada de mala suerte en la navegación; el capitán, al enterarse de ello, entre él y su marinero segundo quitaron de forma desesperada la piedra con un cuchillo y el primero procedió de inmediato a arrojarlo al mar. No hay que decir que el temporal cedió justo después, la embarcación quedando a la deriva y permaneciendo apenas a flote durante los próximos 18 días, sin provisiones y casi sin agua.

"Cubierta de una goleta durante la tormenta".  Fotografía de W.R. MacAskill


La furia inicial de la tormenta y las corrientes llevaron al barco hacia el sur, navegando el canal de Yucatán entre la isla de Cuba y la península, hasta por azar tocar tierra en una de las islas del grupo de las Swan Islands, hoy conocidas como Islas Santanilla o Islas del Cisne, localizadas a unos 150 kilómetros de la costa de Honduras y muy lejos del Golfo de México, las cuales habían sido nombradas originalmente como las "Islas de las Pozas" por Cristóbal Colón en 1502. 

Localización de las Islas de Swan, frente a las costas de Honduras.
Esas solitarias formaciones rocosas han tenido un papel interesante a lo largo de la historia, ya que han sido alternativamente zona de extracción de guano como fertilizante, plantación, base militar durante la Segunda Guerra Mundial y hasta estación de radio en servicio durante la preparación para la invasión de Bahía de Cochinos en mayo de 1960. El propio nombre de Swan Islands es interesante ya que fueron nombradas así por del capitán Charles Swan del barco Cygnet, quien fue capturado por verdaderos piratas del caribe cerca de estas islas y convencido de lanzar un exitoso ataque de corso a Panamá en 1685, como subordinado de corsario inglés John Cook.


Durante la época de nuestra historia las islas de Swan eran plantaciones de palmeras de coco, de propiedad norteamericana, regenteadas por la United Fruit Company, una compañía estadounidense de infame historia que ejerció una influencia y poder económico y político sin escrúpulos y que inclusive llegó a sobornar a políticos y auspiciar golpes de estado en América Central y América del Sur (en las peyorativamente llamadas Repúblicas Bananeras) con el fin de obtener el mayor margen de ganancias posibles, sin dejar de mencionar los abusos cometidos en contra de los trabajadores nativos y de origen africano. Dicha compañía representaba el prototipo de una corporación norteamericana como punta de la lanza de la política intervencionista de los Estados Unidos en otros países americanos, lo que ahora se conoce como doctrina Monroe, sintetizada en la expresión "America for the Americans", y la cual en principio se oponía  al colonialismo europeo del siglo XIX considerando cualquier intento del mismo como una agresión si intereses norteamericanos se veían afectados en países de América, pero que luego sirvió como carta blanca para sus afanes intervencionistas en países de América Latina y el Caribe, siendo finalmente en si mismo un impulso colonialista Estadounidense. A esto también se le conoció como la política del "Gran Garrote" o Big Stick (de la expresión africana "habla suavemente y y lleva un gran garrote, así llegarás lejos".

"La Gloriosa Victoria", mural de Diego Rivera que plasma los abusos cometidos por la United Fruit Company 


En el caso de las islas Swan, estas se encontraban justo en el medio de un intenso tráfico comercial de la propia compañía y la isla principal también servía como estación de radio y meteorología para sus flotas caribeñas, la llamada "Gran Flota Blanca", y, entre otras cosas, no permitía el arribo y estancia de mujeres bajo ninguna circunstancia. Las mujeres en ese contexto de explotación comercial y laboral realmente corrían todo tipo de peligros...



Vista de la "Gran Flota Blanca" de la United Fruit Company en los muelles de Nueva Orleans, 1910


Actual puerto de la Great Swan Island 
Los bisabuelos en 1906

Sin embargo, volviendo a nuestra historia, al descubrir el barco maltrecho donde viajaban mis antepasados en las costas de la isla, el capataz de la plantación, Mr. R.S. Smith (perteneciente a una familia que luego reclamaría propiedad de las islas), un hombre decente entre bribones, descubrió la presencia de mi bisabuela y las otras dos mujeres y, preocupado por su suerte, sagazmente las escondió en sus estancias trasladándolas desde el barco hasta la casa principal por la noche,  mientras se hacían las reparaciones pertinentes al maltratado barco, las cuales tardaron en realizarse 15 días. Mi bisabuela, una mujer viajada e instruida, impresionó favorablemente al capataz Smith amenizando las noches de los náufragos con su mandolina, la cual había podido salvar de la tormenta. Una semana después arribaba a la isla un barco de provisiones de la propia Great White Fleet, y el capitán de dicho barco les explicó la ruta que debían seguir para regresar a México. 

Fotografía aérea actual las Islas de Swan, un lugar realmente pequeño en medio del oceano.  


A su partida, una vez que el barco estuvo en condiciones de navegar, el capataz Smith les obsequió con provisiones enlatadas y otros productos importados ademas de agua, suficientes para un mes de navegación. La mar en esta ocasión era calma, y sin mayores complicaciones navegaron hacía el norte siguiendo la corriente del Lazo (Loop Current), que fluye entre Cuba y la península de Yucatán, internándose en el Golfo de México, aguas conocidas para nuestra gente.

La travesía parecía llegar a buen término después de estar bajo tantos peligros, pero curiosamente las aventuras no terminaron ahí: después de navegar con éxito de vuelta a costas mexicanas, y al estar por tocar tierra, un barco militar les interceptó y todos los ocupantes del "Esperanza" fueron arrestados por creerles contrabandistas debido a la gran cantidad de provisiones extranjeras que tenían a bordo. Todo se aclaró más tarde al comprobar su historia con documentos, los cuales milagrosamente se habían salvado de ser arrojados al mar en los momentos más álgidos de la tormenta.

Carta del capataz R.S. Smith a mi bisabuela Sofia Barrientos de Vera

El capataz de la plantación, tras conocer que mis familiares habían regresado a casa a salvo, arregló el envío desde Nueva Orleans de un contenedor lleno de frutas a mi bisabuela, junto con la carta que arriba incluyo.

Fachada del edificio histórico de la United Fruit Company en Nueva Orleans. 

Y así termina esta pequeña  historia de supervivencia familiar, estimado lector, perdida en los mares del tiempo, pero inscrita en el contexto mayor de los avatares de principios de un turbulento siglo XX que probaría ser aún más caótico con el paso de los años. 







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viernes, junio 21, 2024

De una Belleza Extraordinaria


Sobre el Sindrome de Stendhal y la hermosa discreción de la elegancia.

Aquella tarde fría, nuestro viajadísimo y buen amigo Manuel había prometido llevarnos a comer a un lugar realmente especial, de “Venecia Profunda” habían sido sus palabras. Sabiendo que el carácter ibérico de Manuel no le traicionaría y que en asuntos gastronómicos no se andaba con rodeos, mi hermano y yo esperamos con paciencia la hora de comer.

Habíamos quedado en vernos en una esquina de la Piazza San Marco, donde en aquellos momentos se llevaban a cabo los preparativos para el ya próximo Carnevale, lo cual animaba a ciudad con extravagancias de mascaras y características vestimentas carnavalescas. Ya cansados después de una intensa mañana de Accademia, Palazzo Ducale y Basílica de San Marcos, y de la búsqueda de un tapiz por parte de Pablo y de una navaja 'Marinera di Venezia' por mi parte, ambos sonreímos cuando nuestro amigo nos hizo señas para que nos acercáramos a uno de los pasajes de aquella plaza. Así, en procesión, comenzamos a andar en lenta travesía a las entrañas de Venecia. De a poco empezamos a perder el bullicio turistero y su trajín de tiendas de lujo para adentrarnos en la verdadera ciudad, en si misma evocadora de misterio y de por demás románticas ilusiones; no era posible dejar de escuchar las historias susurradas por las antiguas paredes de aquellas estrechas callejuelas y a cada paso parecíamos ser transportados a otro lugar, en otro tiempo; mi mente viajando irremediablemente hacia el 'Andrea Delfin' de Paul Heyse, todo misterio y tragedia en la Venecia de 1762, y a aquellas aventuras del bastante culto e inteligente incomprendido Giacomo Casanova con su bellisimas monjas C-- C-- y M-- M-- y otras tantas aventuras más en La Serenissima del siglo XVIII. Tras unos buenos minutos de andanzas históricas, llegamos a un pequeño restaurante con todo el encanto de la familia italiana, la 'Trattoria Chinellato', en el antiguo 22 de no recuerdo que calle, en donde numerosos lugareños disfrutaban de los placeres de la mesa.

Adentro el ambiente era más cálido y todos, nosotros y varios compañeros de viaje casuales que se nos habían unido durante el día, nos acomodamos al fondo de la pequeña estancia, una de las dos que conformaban el lugar. Sobra decir que fuimos recibidos muy amablemente por la dueña del lugar, amiga de Manuel, y por su hija, ambas italianas de las que se puede leer en libros de antiguas tradiciones, de formas plenas y amigables, y sí, gritonas y animosas. La comida, excelsa, constituida por un 'antipasti de risotto di calamari', lenguado empanizado y gelatto  –todo de inspiración marinera, como aconseja la tradición- y ya con un muy italiano limoncello helado en las manos, había transcurrido plácida y de compañía amigable.

Sin embargo, la conversación de sobremesa había girado hacia el tema de la belleza, tal vez a causa del la sobredosis artística que se sufre comúnmente en Italia, o tal vez a causa del marinamiento causado por aquel spumante Asti Fiorentino bebido durante nuestra obligada 'gondolatta con musicanti' de esa mañana y/o del bianco Bordolino Classico que había acompañado la comida. De esta manera, la conversación había transcurrido de Florencia al Musei Vaticani, y desde la Toscana al Museo Peggy Guggenheim, pasando por el Síndrome de Stendhal – ritmo cardíaco acelerado, confusión y vértigo y hasta alucinaciones cuando se es expuesto a una dosis excesiva de belleza, arte, pinturas y otras obras maestras - y bueno, que al fin al cabo hablar de belleza en Italia es algo muy natural, y hombres todos como éramos en aquella mesa, se comenzó a hablar de mujeres.

Más tarde y ya en francas disertaciones nacionalistas, es decir, todos queriendo reclamar el galardón y ante un panel internacional constituido por un español, un italiano, dos chilenos, dos brasileños, dos mexicanos y la siempre presente dueña veneciana – y de su hija-, la pregunta saltó a mi, caliente como una bella vasija de barro acabada de salir del horno:

¿Y de donde crees tú que son las mujeres más hermosas de este planeta? -


La pregunta me sorprendió por un instante porque justo en ese momento estaba pensando en comprar un libro de 'Historia de la Belleza' de Umberto Eco que no hacia mucho había visto en una librería, además de que me pareció que todos habían callado en el lugar para escuchar mi respuesta.
- ¿De este planeta solamente?- bromee. – Mmmh…- ganaba tiempo. Se precisaba de ingenio y de diplomacia para evitar -el inevitable- faux-pas
- Tal vez mis preferencias- contestaba - en cuanto a chicas se refiere, pertenecen más al ámbito literario que al geográfico. Claro que en México, como en todos lados, existen mujeres bellísimas, donde las haya. – lancé.
- Eso es interesante- comentó Manuel -¿Literarias en el sentido de evocación imaginaria? Porque si es así, querido amigo, ¡esas mujeres no existen!- Todos reímos.
- Lo sé, lo sé... Literaria en el sentido de lo que una mujer puede llegar a causar en la mente masculina, o en su caso, en lo que puede llegar a disparar en su imaginario, hay que recordar que 'Beauty is in the eye of the beholder', además de que en el mundo paralelo de la literatura abundan mucho más las descripciones de personalidad que descripciones físicas, que como todos sabemos, hace falta ver. -
-Entonces, ¿que mujeres literarias te atraen? ¿La Lotte de Goethe quizás? ¿La Natasha Rostova de Tolstoi? ¿La Clawdia Chaucat de Thomas Mann?- Sonrió, por la intención que dejaba entrever al mencionar a esos complejos personajes femeninos, imaginé, con todos sus atributos, taras y máculas, aunque hijas de la pluma de señores.
-Bueno- contesté- Son tantas... Aunque me vienen a la mente algunas descripciones femeninas de Agatha Christie que estuve tentado a enmarcar por evocadoras, como antes mencioné. – Sonreí también, por que ahora lanzaba que las mujeres de Christie eran hijas de una mujer, menos famosas, claro está, pero igual de singulares y ciertamente encantadoras.
- ¿Cómo cuales? – alguien preguntó. Tuve que hacer un esfuerzo para recordar exactamente de quién hablaba, pero al final pude articular:

(En aquel momento efectivamente mencioné las siguientes citas, querido lector, aunque no recuerdo con que precisión; aquí transcribo las originales, ya que escribir mi propio blog me otorga esta licencia de recursos, y de espacio...)

- Recuerdo quizás a aquella Adela Fortescue la cual, Christie escribía, “era todo un ejemplar de la especie; una soberbia figura, Adela era atractiva por dentro y por fuera, con un encanto que decía simplemente a cada hombre: “Aquí estoy. Soy una mujer”. Respiraba femineidad por todos sus poros…” O también aquella Valerie Sinclair, cuya “palabra, su gesto constituían un poema. De ella se desprendía un aura romántica. Vestía una prenda muy casera, una bata de franela encarnada que le llegaba a los pies, pero el encanto de su personalidad dábale un sabor exótico y semejaba una vestidura oriental de encendido color…”- el silencio se generalizó, aunque todos asentían con la cabeza. Como no hubo comentarios, continué:
- O ese pasaje sobre Virginie, que hace la misma autora: “Como en un sueño, Eduardo le abrió la portezuela del auto y ella se sentó a su lado. Sus cabellos rozaron su mejilla y un aroma delicioso, como el de las violetas después de la lluvia, embriagó sus sentidos. Una mujer que embriagaba por su belleza… ¡Entonces era cierto que existían!”. - Es decir, no se trata de lo bello de su rostro, o de las formas de su cuerpo. Más bien algo, una belleza interior que cautiva sin darnos cuenta; que nos causa una respuesta puramente emocional. Como decir que la belleza habla el lenguaje del alma. Un poco como aquel síndrome de Stendhal que comentábamos- Acoté.

La mesa permaneció callada por un instante más, hasta que alguien comentó:
- Llama la atención, el que la belleza está en aquel que la observa, pero a la vez te habla en otro plano, a un nivel distinto que el puramente físico.-
- ¡Por supuesto! – dije, mientras daba otro sorbo a un grappa exquisito, servido un instante atrás.
- Pero quizás mencionas mujeres muy sofisticadas, al estilo de Agatha Christie y su nobleza británica.-
- Tal vez, pero no en el sentido de lo que se entiende hoy como sofisticado, que generalmente se piensa que tiene relación con el dinero. Es más una sofisticación de otro orden; son las maneras, la femineidad, la inteligencia, el conocimiento, el lenguaje con el que se expresa. Es el estar frente a una mujer centrada y culta. Es el tipo de belleza que un alma emite desde el interior y que la belleza externa no alcanza a contener. Y lo mismo sucede con la fealdad; una mujer fea por dentro es horrible aunque sea muy bella. No es una máscara, la mujer realmente hermosa no desea pasar por fuerte, por que ya lo es, ella lo sabe y no es necesario ser dura a cada instante; lo suyo es fortaleza, es seguridad.  Si buscara una palabra para describir al tipo de belleza a la que me refiero, tal vez diría que me gustan las mujeres que son elegantes, más que sofisticadas.  La sofisticación es apenas un barniz, una consecuencia natural de los múltiples estratos de un espíritu elevado.  Esa elegancia de espíritu es hermosa y discreta, pero se expresa con fuerza, a la manera de la elegancia del 'sfumato' de los maestros del Cinquecento. Es algo que no está a la vista, pero que de manera inconsciente sabes que se encuentra ahí.-

Mis palabras quedaron suspendidas en el aire, y los que asistíamos a la mesa nos mirábamos pensativos. Se escuchaba por ratos únicamente el ruido de platos y el murmullo de las conversaciones de otras mesas. Continué.

- Recuerdo mucho algo que leí cuando muy joven, absolutamente intemporal y que marcó en cierto sentido mi gusto por las mujeres, y la razón por la que ahora pienso esto. Lo escribió Rene Sully Prudhomme, primer premio Nobel, quien en 1868 decía: (licencia de blog de por medio, recuerde, querido lector..) “Es una mujer elegante. No me refiero únicamente a esa elegancia de segundo orden que, en la mujer, no es más que el instinto del atavío que le sienta bien. ¿Qué mujer no posee en cierto grado el afán y el don de componerse según su tipo? Me refiero a una elegancia más elevada, la que sabe acoplar las maneras a la finura y a la elevación de la inteligencia y de la cultura más que a la elegancia del vestido y del cuerpo; esto último le es dado por añadidura. La naturalidad es señal de superioridad, lo mismo que la suficiencia presuntuosa es marca de mediocridad. Ahora bien, para que esta naturalidad se haga agradable, tiene que ser simpática, sencilla. La elegancia es fácil, pues no es otra cosa que el gesto de un espíritu escogido. No puede aprenderse, es espontánea y, sin embargo, se da cuenta de si misma, en lo cual se asemeja al buen gusto. El rebuscamiento aun puede ser elegante, pero la elegancia termina donde empieza la afectación. ¡Que bien se aprecian en la mujer esos matices, sutiles en apariencia! En la mujer a quien me refiero, me parece encontrar la elegancia pura, que es la mitad de su belleza. Su atavío está cargado de intenciones y desprovisto de pretensión; sabe perfectamente que lo importante no está en distinguirse por algún detalle de su porte, sino en ser distinguida, y que, sin dejar de ser ella, es preciso no parecerse a ninguna otra; porque todo se encuentra dentro de nosotros, y por consiguiente, todo debe armonizar en nuestro aspecto exterior. La elegancia en las cosas pequeñas reside sencillamente en la gracia; y, en las grandes, en la dignidad; en unas y otras debe ser ingenio. Esta cualidad ejerce sobre mí una seducción extraordinaria. ¡Como me gustaría hacer un verso que se pareciese a ella!”. 

Guardé silencio, sopesando las palabras de Prudhomme y su efecto en los comensales, y en mi propia sensibilidad. Hablé.
- En ningún momento menciona la hermosura física de la mujer en cuestión, solo que "su elegancia es la mitad de su belleza", solo su gracia, su gesto, su ser, y en ese sentido, a mi me gustan las mujeres elegantes, a la manera de Sully Prudhomme, en 1868.

- ¿Entonces? - Dijo el italiano - Tu mujer elegante, como dices, es un ideal absolutamente romántico y diría que inalcanzable.

- No lo creo así -, dije. - Mujeres así las hay en todas partes.
- ¿Crees que no es difícil hallar una mujer así hoy día?- preguntó a todos uno de los chilenos, despertando comentarios generales.
- Mira, mi opinión es esta. A las mujeres así no hay que buscarlas, ellas gravitan hacía ti, siempre y cuando tú estés a la altura. Más bien, que tu espíritu lo esté; que el tuyo sea un espíritu de carácter y ambiciones renacentistas, un espíritu distinguido que arrope el suyo y en el que ella encuentre una fortaleza segura donde habitar y recorrer siempre nuevos pasillos y habitaciones.  ¡Y en esa fortaleza se sentirá su presencia! Las almas solo pueden hablar con otras almas que hablen su idioma, en un mismo plano. Si no, están enjauladas, oprimidas. Y huyen.

La mesa, una vez más, permaneció en silencio. Parecía que lo dicho eran palabras definitivas y definían el tema, y lo agotaban. Mi hermano, con el inteligente timing que le caracteriza, salvó el impasse proponiendo un brindis: - ¡Por las mujeres elegantes, a la manera de Prudhomme! – Todos alzaron su copa y repitieron: - ¡Por las mujeres elegantes! – Nos despedimos un poco reflexivos. Sin duda el tema de la belleza no era cosa sencilla, y el de reconocerla y verla a los ojos y retenerla a tu lado, menos. Pero para nosotros, mi hermano y yo, otras bellas cosas nos esperaban en Roma, al otro día.


Más tarde, ya en el vaporetto de regreso a Mestre, donde nos hospedábamos, observé con inmenso placer la puesta del sol al caer tras la silueta del la iglesia de Santa María della Salute, en contraste con las verdes aguas de la laguna Veneta, una visión en verdad de una belleza extraordinaria…
     –¿Sabes con qué atardeceres sueñan los amantes de París? – pregunté.

Xavier H. Castañeda


Extracto del libro "El Instante Pleno, París. Relatos de pasión, amor y erotismo. Cuadros de una Exposición", disponible en tiendas Amazon alrededor del mundo:




















Imagen 2: CANALETTO 'Piazza San Marco' c. 1730 Metropolitan Museum of Art, New York
Imagen 4: HAYEZ, Francesco 'The Kiss' c. 1859 Pinacoteca di Brera, Milán

http://es.wikipedia.org/wiki/Canaletto

Trattoria Chinellato
Indirizzo: Castello, 4227
Città, provincia e CAP: Venezia (VE) - 30100
Telefono: 041 5236025

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Le Monde Diplo, junio


Le Monde Diplomatique en Español

miércoles, junio 19, 2024

Huevos revueltos a la James Bond

Una Alfa Romeo, Martinis, Salmón, Champagne Brut y UM546... "Los huevos revueltos nunca te defraudan" - Ian Fleming


Otra vida, la segunda, la imaginante, me llevaba a través de las calles de París aquella tarde. La suelas de mis zapatos, de cuero, me devolvían un sonido excesivamente fuerte como para poder lograr mi objetivo de pasar desapercibido; tal vez iba demasiado elegante para emprender una huida táctica (¿pero en que estaba pensado esa mañana?). La orilla del Sena se encontraba inusualmente callada, como si todo conspirará para que aquella amenaza de la cual no había sabido nada más que un código -UM546-y unos cuantos datos terribles lograra darme alcance. ¿Cómo había sabido de mi llegada? Solo podía pensar en un inside job, un soplón... 

Empero, me detuve a pensar en UM546; aquel código era temible, y su amenaza muy real. Enviaban artillería pesada. Aunque para mi solo representara un obstáculo externo.

Unos días atrás había considerado que mi misión era demasiado simple. Como agente del CESS ( Cuerpo Especial de Servicios Secretos ), una muy discreta organización instituida el 20 de enero de 1861 como brazo especial del Estado Mayor del Presidente de la República y paradójicamente un año antes de la Intervención Francesa, mi entrenamiento me calificaba en exceso para solo transportar un par de viejos libros hasta la antigua Lutecia (nada en especial para que un CESS de Alto Mando con TB los transportara, a mi parecer). Los dos libros en sí no parecían revestir la menor importancia. Eran dos tomos con el título de Histoire de la Conquête du Mexique escrita en francés por William H. Prescott, editado en París por Firmin Didot Fréres, Fils et Cie. en 1863. Dichos libros debían ser entregados en una dirección de la Rue Godot de Mauroy, cerca de la Opera. Al menos podría viajar sin efectivo mínimo, es decir, sin acompañante.

Había salido de Madrid dos días antes en mi hermosa Alfa Romeo Giulia GT Súper preparado por Totem Automobili, y tras haber recogido los libros sin mayor drama en el ropero del Museo Reina Sofía (y después de ver la exposición de obras de Juan Soriano más grande que había visitado), me dispuse a tomar unas pequeñas vacaciones de dos días por España y Francia. De hecho planee mi ruta con total libertad; hice una parada para dormir en Burdeos, parando también en Blois, para disfrutar de buenos caldos y pagar una visita al histórico Castillo del mismo nombre y de unas buenas baguettes tras la muralla de mismo.

Ya en camino, el manejo del coche se me antojó una delicia y saboreé la carretera como nunca antes, sobre todo navegando en el dorado atardecer en la campiña francesa siguiendo la ruta de los castillos del Loira, árboles y carretera teñidos de oro. Conduje sin ninguna prisa, el sol reflejándose en la pintura verde oscuro del largo cofre y filtrándose por el cristal del parabrisas, el tacto suave de la piel color tabaco y la solidez de la fibra de carbono expuesta dentro del habitáculo, la fría precisión de la palanca de cambio y el intoxicante sonido de esos 600CV, una increíble sinfonía mecánica que competía con el jazz de los altavoces (Aldo Romano, Louis Sclavis, Henri Texier, Enrico Rava, Gato Barbieri…) y los panes dulces y el café Malongo comprados en un café a la orilla de la carretera. Todo contribuía a a una sensación de inigualable placidez.

Llegué de noche a París, y con todo el tiempo del mundo, me fui a caminar por la ciudad helada, dejando el coche en un parking bajo el Louvre, aún con mi FN Herstal S-P90 IR reglamentaria en el fondo doble del maletero, llevando conmigo solo mi Heckler & Koch P7M13S con Karl Nills hechas a medida, bajo mi abrigo. Más tarde y después de un buen caldo bordelés degustado en un agradable restaurante con vista a la Notre Dame iluminada de noche, regresé en democrático autobús a Port de Bercy - los libros siempre junto a mi en una bandolera - y a mi poco lujoso hotel, a disfrutar del "glamour" verdadero de la vida de un agente secreto auténtico. Los libros debían ser entregados al anochecer del día siguiente.

Por la mañana desperté temprano y decidí vestirme ad hoc para una misión en París (todo a medida, es decir, pero con un toque continental - mais bien sûr-): traje gris a tres botones de Camps de Luca, camisa blanca a cuadros azules de tela Sea Island de Charvet de puño francés, gemelos con baño de oro hechos de los botones del traje de gala militar de mi padre, corbata de seda azul oscuro de la misma casa, pañuelo de bolsillo blanco doblado simétricamente de Simonnot-Godard, zapatos de Corthay color marrón y el reloj de pulsera Omega Seamaster vintage de los 50's de oro y acero de mi abuelo. Terminé el look con un sobretodo Crombie Coat gris carbón, unos guantes color café de cuero curtido y una bufanda gris oscuro, y como siempre he tenido una debilidad por los sombreros, rematé con un sombrero fedora (snap brim) también gris oscuro con banda marrón, al fin que la mañana fría me daba esa licencia.

Guardé mi P7M13S en la sobaquera incorporada en mi traje y coloqué los libros en un portafolio Goyard junto a mi purera de madera (conteniendo un puro Romeo y Julieta № 2, cerillos y cortapuros, para una fumada al atardecer tal vez en el Canal San Martin), y me dispuse a salir a la calle.

Tomé un Uber, el cual me llevó a Saint Germain; desayuné un croque monsieur con café en el café Les Deux Magots y me dirigí caminando hasta Les Invalides, al Musée de l'Armée para visitar una exposición de armaduras medievales y después al Louvre. Tras unas cuatro horas de visita por los aposentos del Empereur Napoleón III y de caminata en sus interminables galerías, un poco cansado salí con ganas de comer algo en PAUL, en los jardines de las Tullerias… Fue al cruzar la calle que divide estos de la pirámide del Louvre que noté su presencia. Al principio fue un atisbo, una sensación. Voltee descuidadamente y no noté nada inusual, lo que despertó en mí verdadera alerta. Desvié entonces mi camino con paso rápido y me dirigí al río, cruzando el Pont Royal y bajando las escaleras junto a la rivera para ir en dirección a Pont des Arts.

UM546 vino a mi mente. Las baldosas, la pared del malecón y mis zapatos eran demasiado ruidosos. En ese momento vi mi oportunidad y me encaramé de un brinco a un Batobus que justo zarpaba del Quai Malaquais con la correspondiente protesta del único ser viviente a mi alrededor, el cobrador. El barco estaba vacío. Pagué y me senté sin prisas. Nada ni nadie en las orillas parecía extraño o fuera de lugar.

Decidí bajarme en el Port de Solferino. No sentía amenaza alguna ya. Subí nuevamente unas escalinatas y me dirigí a las calles de Saint Germain. Caminé sin embargo bastante alerta, aunque no percibí, ni observé, nada inusual. Tenía hambre y gustosamente recordé que cerca de ahí mi viejo amigo Guy tenía un cafetucho muy snob en el cual servían mi plato preferido de agente secreto (Octroyez-vous un privilege!). Recordé que una noche de misión nocturna, mientras esperábamos agazapados tras el terraplén de una vía de trenes, decidí darle, para que incorporara al menú de su (en ese momento) proyecto de café parisino, la receta que el mismísimo James Bond recomendara a Felix Leiter en Nueva York, de la pluma de Ian Fleming en 1963:

*Scrambled Eggs 'James Bond'.
(para cuatro 'individualistas')

Ingredientes:
  1. 12 huevos rojos frescos.
  2. Sal y pimienta.
  3. 5-6 oz. de mantequilla fresca.
  4. Cebolletas finamente picadas (ó)
  5. Hierbas finas.
Instrucciones:
Romper los huevos en un tazón. Batir con un tenedor y sazonar al gusto. En una sartén de cobre pequeña fundir cuatro onzas de mantequilla. Una vez derretidas, agregar los huevos y cocerlos a fuego muy lento, batiéndolos continuamente con un batidor de huevos pequeño.

Cuando los huevos estén ligeramente más húmedos de lo que usted preferiría para comerlos, retire la sartén del fuego. Agregue el resto de la mantequilla y continúe batiendo por medio minuto, agregando mientras tanto las cebolletas o las hierbas finas. Sirva sobre un pan tostado a la mantequilla en platos de cobre individuales (solo para su presentación). Servir con champaña (Taittainger) Rosé y música suave...

P.D. Creo que en ocasiones es posible agregar crema en lugar de la ultima porción de mantequilla.

* Receta original de Ian Fleming, del escrito '007 en Nueva York', 1963. Traducción del Autor.

Llegué a Guy's, y tras saludar calurosamente a mi buen amigo, me sirvió el Martini seco correspondiente y el salmón ahumado escocés previos a los huevos revueltos (como lo dictaba el maestro Fleming); la música de jazz en efecto era suave… Me quité el abrigo, el sombrero y los guantes y desabotoné mi americana, poniendo mi portafolio con los libros sobre mi regazo y lo demás en la silla contigua. En un segundo más llegaba la champaña  -  un Moet & Chandon Brut Imperial -, que maridado con el salmón era bocado de reyes. 

Sin embargo, unos minutos más tarde y justo cuando me servían los huevos exquisitamente presentados, mi mirada reparó en unas muy altas zapatillas de piel de cocodrilo rojo oscuro y en unas bellas y largas piernas y breve cintura enfundadas en un traje Chanel azul claro a cuadros, frente a mí mesa. Subí la mirada solo para toparme con más dulzura en la forma de un busto pleno, maquillaje just so, unos ojos intensos y un cabello largo, oscuro y lustroso. UM546… (¿Realmente tenía que escalar esto tanto?) Mi pensamiento inmediato fue arrojar mis huevos aún calientes al rostro de aquella mujer exquisitamente vestida y usar la botella de Moet a manera de arma; pero por un lado se me antojaba un desperdicio tirar así mis huevos James Bond (además de que seguramente UM546 no estaba sola), y por otro yo siempre he sido todo un caballero…

Me levanté entonces retirando ligeramente el lado izquierdo de mi saco, sintiendo el peso de mi P7M13S justo donde lo necesitaba, dejé el portafolios pegado a la base de la mesa y cortésmente retiré la silla frente a mi. Con un ademán y un s'il vous plaît invité a mi formidable rival a sentarse a mi mesa, lo cual hizo con un grácil y elegantísimo movimiento. Levanté mi mano derecha e indiqué con señas a Guy (ex Shin Bet), un nuevo plato para mi visita ciertamente inesperada, seguro de que el platillo estaba a la altura. - ¿Champagne? -  pregunté.

Xavier H. Castañeda

En savoir plus:

* Scrambled Eggs 'James Bond':

Fleming, Ian, (1908-1964)
Quantum of Solace: the complete James Bond short stories / by Ian Fleming.

Boulangeries PAUL:

Armamento:

sábado, junio 15, 2024

Como hacer la taza perfecta...

Del como hacer un café perfecto por su sencillez: una guía para quien busca la experiencia más pura.

El camino para hacer la taza perfecta esta pavimentado de dura prueba y error... aunque solo se necesita una pizca de saber como hacerlo y alrededor de unas 57 tazas para dominar la técnica (¡la práctica hace al maestro!); el viajero que se atreva a tan tortuoso camino es recompensado con el mejor café que haya tomado en su vida, un café contra el que juzgará todos los demás cafés que tome en adelante. Un café espeso, cremoso, humeante y sabroso como el que más, aunque dicho "café" se componga de 1,757 hechuras diferentes con otros tantos granos y en tantos otros días... ¿Pero es un misterio centenario?
No.

El secreto para hacer este café de ensueño es hacerlo con las herramientas adecuadas, y la primera herramienta es la CAFETERA FRANCESA, así, con mayúsculas. Tanto los más expertos catadores de café como los aficionados de toda la vida están de acuerdo que esta es la mejor manera de disfrutar de todas las características que los granos ofrecen. ¿Qué hay otras formas? ¡Claro! La cafetera Moka italiana es otra opción. Y la cafetera turca también. No se hable de las máquinas profesionales de barista para hacer espresso

La Cafetera Francesa
Pero nada como la cafetera francesa para hacer nuestro café en casa, ya que lo que le da ese sabor especial al café hecho por este método es que este, al estar en contacto directo con el agua caliente, deja escapar pequeños ingredientes los cuales le dan mayor complejidad al brebaje terminado, así como también grasas y aceites naturales de los granos de café (que jamás se verán - los dioses nos perdonen - en los cafés instantáneos o de cafeteras automáticas de oficina o caseras), que le agregan vistas, sabores y olores sofisticados, dando por sentado que se está tomando el café correcto, claro está, o lo que es lo mismo, café de especialidad comprado en grano y molido justo antes de la hechura.

Esta cafetera le permite disfrutar, querido lector, amable lectora, del café que elija, en toda su expresión.

Sin embargo, requiere usted también de otras herramientas e ingredientes igualmente importantes para llegar a la antes mencionada perfección, a saber:

Molino y cuchara medidora
1) Una olla ESPECIAL para calentar el agua, de pequeño tamaño de preferencia, y si es profesional, mejor. (No permita que hagan la sopa o calienten la leche del niño en ella).
2) Agua fría y pura.
3) Una cucharilla de 7 gr. o 0.25 oz.*
4) Café en GRANO de la mejor calidad que se pueda usted permitir. (Compre solo el café en grano que habrá de consumir en una semana).
5) Un molino para café. *
6) Un termómetro especial para café.*
7) Un temporizador especial para hacer café de cuatro (4) minutos.*
8) La cafetera francesa, de preferencia de tres tazas, lo cual le permite calcular mejor las cantidades para una persona.
9) Un agitador de madera (de preferencia de bambú), o de acero de grado culinario.
(Se muestran en las imágenes)

Estos utensilios los utilizará usted por mucho tiempo si los cuida bien, además de encontrarlos en cualquier tienda especializada sin mayor problema.

Temporizador y termómetro
INSTRUCCIONES:

a) Llene de agua la cafetera hasta su nivel superior sin derramarla. Vacíe esta en la olla para calentarla. Coloque el termómetro en la olla. El agua debe calentarse hasta alrededor de 70º C (160º F) y JAMÁS debe hervir, esto "quemaría" el café (es un decir).

b) Mientras el agua se calienta, ponga tres cucharadas de café en grano en el molino y muela este durante aproximadamente seis segundos. Mueva alternativamente el molino para que el café se muela de manera regular mientras lo activa. La consistencia debe ser granulosa. Tanto el almacenar el café en grano, como el molerlo justo antes de hacerlo le garantizará un café lo más fresco posible.

c) Una vez molido el café, coloque este en la cafetera. Cuando el agua en el fuego haya alcanzado la temperatura adecuada mencionada anteriormente, apague el fuego y llene la cafetera con el agua caliente hasta la altura marcada por el soporte o anillo superior de la cafetera. Comience a contar los cuatro (4) minutos necesarios para su hechura. Remueva el café con el agitador recomendado (uno de metal de baja calidad o de cualquier otro material puede agregar sabores no deseados en este delicado momento), y ponga la tapa de la cafetera con el cedazo apenas tocando la superficie del café. 

d) Una vez pasados los cuatro minutos, baje lentamente el cedazo hasta el fondo... y estará listo para degustar el mejor de los cafés que haya usted probado.

* Método alternativo: Se puede alcanzar un sabor más suave y "limpio" si después de esperar los 4 minutos mencionados antes y en lugar de bajar el cedazo, se retira la capa o costra de café que se ha formado en la superficie con una cuchara y se deja reposar otros 5 minutos. Después de este tiempo coloque el cedazo en la cafetera pero no baje el émbolo, de tal manera que al servir directamente a la taza este filtre los residuos de café molido que aun queden en el café. A este método se le llama cupping

*Tip de Pro: El cedazo de las cafeteras de tres tazas coincide en tamaño con los filtros circulares para cafeteras AeroPress, por los que pueden utilizarse para filtrar de mejor forma el café si le practica una incisión central para poder incorporarlo al cedazo y el émbolo.

REFLEXIONES

Si cree que la primera vez le ha quedado un café muy fuerte, baje la cantidad de granos la próxima vez. Si le ha quedado suave, haga lo inverso, hasta que encuentre la cantidad exacta. Estas cantidades también varían dependiendo del tipo y procedencia del café que utilice. Siempre recuerde que el café hecho por este método tiene 20 minutos de vida.

Otra característica de la cafetera francesa es que le permite hacer mezclas en tres partes; por ejemplo, en México, el café de la región de Chiapas (sin particularizar) es de suave y de delicado sabor. El de Oaxaca es fuerte y "picante". El de Veracruz es de amplios aromas... ¡haga usted su mezcla!

Así es que, estimados lectores, tomen mi consejo, el hacer su café a como le indico se ha de convertir en un pequeño ritual personal el cual puede concederse diariamente, permitiéndole saborear con detalle todo lo que un buen café le puede ofrecer. 


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